Lugares como el Cementerio de Gotemburgo en Suecia
son de profunda atracción para estos cazadores de la tragedia; los turistas oscuros. |
Las azules costas, y las verdes colinas del mundo han dejado una marca clara de lo que para muchos puede simbolizar un lugar de atracción turística; en las temporadas altas lugares como estos albergan ya a miles de personas dejando notorias ganancias a las conservadoras empresas de turismo, y sus habituales muestras publicitarias, sin embargo en la actualidad se les escapa un prestigioso, e incomprendido público, uno poco habitual aunque numeroso; los tanatoturistas.
Es de conocimiento general la atracción que generan los puntos históricos, esa impresión subjetiva de que existen lugares desde donde se cambió el rumbo de los tiempos, y es tal la fijación hacia estos lugares que no sólo se persiguen aquellos espacios de gloria donde grandes victorias del derecho, y la justicia tuvieron lugar, sino también esos trágicos sitios donde eventos inhumanos vieron su desarrollo en repetidas ocasiones; el tanatoturismo se ha caracterizado por la persecución de estos olvidados, y grises escenarios como los abandonadas fortalezas ubicadas en las colinas europeas, o las ciudades fantasma en Rusia donde la radiación hizo imposible el lugar para la vida; los tanatoturistas son cazadores de la tragedia, admiradores de las fosas comunes, los campos de batalla, y los viejos cementerios; quizá una fascinación por esa faceta oscura de la historia, o tan sólo una irreverencia provocada por la saturación de los medios convencionales, y monotemáticos del turismo habitual de cualquier estereotipado. En todo lugar una nueva, e interesante forma de turismo que da campo a un público irreverente frente a una industria impotente, y repetitiva.
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