¿Es la idiotez lo mejor que nos ha podido pasar?

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Un trauma severo en el alma de los absolutos es asumir su grandísima idiotez;
¿qué problema tendría ver el mundo a través
del agua turbia de una irrealidad inevitable?
El ego propio nos evita en ocasiones la tarea penosa de asumir la ignorancia de nuestra inevitable consciencia, con probabilidad, y debido a una mala concepción de la idea de ser un ignorante se vuelve problemático asumir la idiotez propia, en ocasiones irónicamente imposible. Pero, para centrar mejor la noción de nuestra pregunta; ¿realmente existe algo después de esta ignorancia puramente humana?, ¿realmente hay nociones sensibles después de nuestra ceguera colectiva?, expondría la idea, de que claramente nuestro contexto, y la estructura de la subjetividad humana es un producto asertivo de nuestra falta de entendimiento, de nuestro desconocimiento global del contexto, aparentemente aleatorio y poco dependiente de no más que complejas reacciones químicas. Es curiosa la forma como las diferentes concepciones de lo justo han tomado protagonismo en el desarrollo de la historia humana, siempre empujados por ese notorio rasgo emocional, que al fin y al cabo termina siendo el fragmento definitivo, y culminante del suceso. Por ende, muy preciso es resaltar de forma insistente la relevancia de los pulsos, y las afecciones subjetivas, que son sin duda alguna un recordatorio constante de nuestra naturaleza salvaje, y por ende inconsciente. ¿Si no existiera la ignorancia de qué nos vamos a reír luego?, ¿no somos felices en esta impotencia ilusa poco misántropa?,  es evidente como después de una serie de procesos intelectuales cualquier individuo asume un horizonte limitado por su capacidad propia de interpretar, en palabras de Schrödinger sería una situación totalmente entendible, porque es debido reconocer que a pesar de los pasos dados entre la obscuridad total de la omisión a una quizás más clara situación se presentan siempre constantes los hechos abstractos al ojo humano, siendo lo más honesto reconocer la complejidad que se impone ante la consciencia. Sería objetivo estar en paz con nuestra ignorancia, sin abandonar la idea utópica de corregirla, además, ¿no es preciso agregar que ha sido la de idea  de nuestra ceguera la que nos ha motivado sin más a querer ver?
En todo lugar, me quedo siempre con la idea de que mucho más allá de ser una terrible enfermedad, la ignorancia es una dulce armonía con la complejidad de lo absoluto, hay que llevar los ojos vendados, y fantasear con el paisaje, o quizás sólo con la idea del mismo sin jamás verlo.

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