El amor; ¿la búsqueda insaciable de la reproducción?

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Dos cisnes estéticamente enamorados.
(Fuente: truyenxuatichcu.com)
De nubes rosas, y perfumes finos hasta callejuelas mojadas, y puestos de mercado;  el amor es combustible Napalm  en todos lados, una hoguera inevitable por donde cualquiera ha pasado sin ganar o perder nada más que el tiempo. ¿El tiempo?, entre las cortinas espesas de la pasión amorosa parece quedar excluido, y sin relevancia el pasar de los minutos, o de los días; victimas de toda lluvia química sobre nuestros cuerpos, indefensos ante la atravesada idea de la contemplación ajena. No digo que esto sea propio de los que se envuelven sin pensarlo en las mareas turbias del amor, es en cambio una cuestión estadística, es decir cualquiera puede tener sexo, pero, la satisfacción secuencial de este motor ruidoso quedará frenada por la práctica sin la debida motivación, y es justamente en esto donde el tan deformado, usado, admirado y asqueado ideal amoroso toma su postura, después de bajar la guardia el ataque es insensato, y sin pensarlo en cualquier momento de juventud o vejez el aire reproductor nos toca desesperadamente con unas palabras suaves. La reproducción es el fin primario de la pasión amorosa, y aunque parezca una idea extraída de la charla retro, es en diversos casos demostrable, la necesidad constante de la materialización del legado propio, no cito con esto la concepción de un hijo, sino mucho más allá, la reproducción de las costumbres, y las ideas. Probablemente, y a pesar de toda nuestra auto-declarada evolución se haya pasado en alto uno de los agujeros más propicios del pensamiento objetivo, aquella grieta que no sutura a través de la historia, una inclinación repugnante a la subjetividad, y en ocasiones una entrega radical a la no-postura. Los motivos terroríficos que rasgan, y doblegan una linea recta a la imparcialidad están inmiscuidos vilmente por nuestra propia naturaleza. No somos simios colgando de un árbol, pero somos sin duda seres tambaleantes a la pasión. Se suele citar al perfil sólido que ensamblan algunas ideologías, el escape representado en una abstinencia mojigata; una derramada necesidad oculta tras las finos engaños de la palabra.  Sería más sencillo glorificar esta destrucción de nuestra propia idea del ser, lejanos de ser todo cuantos idealizamos, y asustados genéticamente frente a la amenaza constante de la extinción individualista; babeamos inconclusos frente a las sombras indescifrables del propio instinto.

2 comentarios:

  1. Pero nuestra generación -o por lo menos la mía- será recordada por su incapacidad de amar, por sus furtivas e insignificantes relaciones atascadas en frías caricias hebdomadarías ¡y esa incapacidad de amar! Habría que reivindicar la ternura... egoísta, sin más objetivo y expectativa que la simple consumación del efímero beso pasional.

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